A Mariana, quien me ha hecho entender
el verdadero significado de la pasión de Cristo.
Es un hecho que Jesús existió. También lo es que nació, vivió y murió de una forma muy semejante a la que conocemos hoy en día. El credo que sea que se practique o no, no implica la posibilidad de negar Su existencia. Por el contrario, las otras dos religiones monoteístas más practicadas por la humanidad, el judaísmo y el islam, admiten la existencia misma de Jesús, reconociéndole como uno de los más importantes y destacados profetas.[1]
Jesús nace alrededor del año 750 de la fundación de Roma, al mando de Augusto, en la provincia de Judea, en la ciudad de Jerusalén, bajo el nombre arameo de Yeshua (יֵשׁוּעַ). Judea era provincia romana desde el 63 a. C., cuando es tomada por Pompeyo Magno,[2] y por tanto, bajo el ius comune, si bien gozando de una amplia autonomía judía.
Pensamos que la verdadera intención de Jesús nunca fue crear una religión, sino una filosofía de vida. Es indiscutible que Jesús era una líder nato dotado de una personalidad asombrosamente carismática, y que era un líder en una época en la que la comunidad judía necesitaba justamente uno como tal encontrándose bajo la dominación romana. Cabe mencionar que el segundo líder judío era Juan El Bautista, quien si bien no amenazaba la política romana, sí ponía en jaque la administración de Herodes Antipas en Galilea.
Poco a poco el grupo de sumos sacerdotes hebreos se dejan de asombrar por los discursos de Jesús, se disgustan porque se autonombra Mesías[3] y comienzan a ver en Él un peligro debido al gran aprecio que goza por parte del pueblo. Es así que Jesús se encontró inmerso -desde luego sin percatarse ni desearlo- en medio de un juego de intereses de la más alta autoridad política y religiosa hebrea. Inclusive, cuando hace su famosa entrada triunfal a Jerusalén, Caifás, el sumo sacerdote hebreo de mayor importancia de esa época, expresa que era necesario que Jesús muriera.
Es aquí donde podemos vislumbrar que ese vicio tan vil por parte de la autoridad consistente en iniciar procesos judiciales a la par de salidas fáciles para desplazar a quienes sus posturas no les son cómodas es muy antiguo; por lo menos tiene poco más de dos mil años. A Jesús se le inicia un juicio sumario, aunque mucho más injusto e inhumano, sobre todo desde la óptica del siglo XXI de protección a los derechos fundamentales del individuo.
Hay que decir que a Jesús no se le inicia un proceso, sino dos: el religioso ante el Sanedrín, y el político ante el procurador romano de la provincia de Judea. Por nuestra parte creemos que el hecho de llamar a este episodio que comprende ambos juicios como “el proceso” de Jesús (de Cristo, de Jesucristo, etc.), en singular (tal es el caso de Don Ignacio Burgoa Orihuela en su monografía titulada El proceso de Cristo, 8 ed., México, Porrúa, 2008, 86 pp.) obedece más al hecho de hacer énfasis a la pasión de Cristo que a los procesos penales que se le siguieron por cuerda separada.
El Sanedrín era la mayor autoridad política y religiosa, y el máximo órgano jurisdiccional hebreo. Era un cuerpo conformado por 71 sumos sacerdotes, uno de ellos fungía como presidente durante un año, quien además era de facto el director de la política hebrea, siendo Caifás en la época del juicio a Jesús. El origen de este alto tribunal se remonta a su fundación por Josué, sucesor de Moisés, y si el pueblo hebreo era el elegido por Dios, este tribunal también lo era por Él para ser el tribunal más justo sobre la faz de la Tierra.
Como es de todos sabido, Jesús es apresado a media noche en el Huerto de Getsemaní, después de la Última Cena. Se ha hablado mucho sobre la traición de Judas Iscariote, sobre todo de la avaricia de éste para recibir 30 monedas de plata a cambio de delatar la ubicación de Jesús al Sanedrín, pero se ha dicho muy poco sobre que Judas había intentado varias veces de convencer a Jesús de proclamarse rey de Jerusalén y así intentar poner fin a la dominación romana.
Jesús, después de ser apresado, es atado como un verdadero delincuente y conducido a casa de Anás (padre de la esposa de Caifás), donde ya permanecía reunido el Sanedrín con todos sus miembros para iniciar proceso a Jesús.
El derecho procesal penal hebreo tenía ciertos principios de observancia obligatoria. Uno era la diurnidad del proceso, es decir, que éste solamente se podía llevar a cabo a plena luz del día, desde la puesta hasta el ocultamiento del Sol, y las diligencias que no hubiera dado tiempo de practicarse, deberían desahogarse al día siguiente . El otro se refería a la publicidad en el Gazith de todas las diligencias relativas al proceso.[4] El Gazith era el recinto oficial del Sanedrín. El máximo tribunal hebreo no prestó observancia a dichos principios, pues por un lado no sólo apresó a Jesús por la media noche, sino que le inició proceso, en una casa particular a puerta cerrada ante los miembros del Sanedrín, por otro, colmando el proceso de vicios in procedendo desde su inicio.
Jesús fue severamente golpeado por los verdugos de Anás antes de que se iniciara su juicio.
No había motivo alguno para que a Jesús se le instruyera proceso, no había cometido delito alguno, ni causado daño. Sin embargo, la realidad era que el Sanedrín debía seguirle proceso para tener el suficiente y necesario fundamento legal de la pena de muerte con la que luego sentenciarían a Jesús. Los jueces del Sanedrín juzgarían a Jesús, valga la redundancia, por un delito, del ámbito religioso, que no cometió: blasfemia, al decir que había sido enviado por Dios. La realidad de Jesús era peor aún, casi todo los miembros del Sanedrín fallarían en su contra, ya por convicción personal, ya por instrucciones de Caifás, puesto que muchos de ellos eran partidarios secretos del cristianismo, mas no lo manifestaban públicamente por temor a represalias de las autoridades. Sólo tres miembros del Sanedrín no se pronunciarían contra Jesús: Gamaliel,[5] José de Arimatea[6] y Nicodemo, quien fungió de cierto modo como su abogado.
Otro principio del derecho procesal penal hebreo establecía que el indiciado debía tener la más amplia libertad defensiva,[7] sin embargo, a Jesús no le permitió el Sanedrín presentar testigos, a pesar de todos los testigos falsos que le fabricó aquel tribunal para declarar en contra suya. Este hecho constituye a la vez una razón por la cual el juicio de Jesús fue planeado a puerta cerrada por los miembros del Sanedrín, puesto que de lo contrario, cualquier persona que hubiera estado presente en su juicio y a la vez escuchado sus predicaciones, hubiera podido fungir como testigo suyo.
La votación de la sentencia del Sanedrín condenaba por mayoría de 68 miembros a Jesús por el delito de blasfemia a la pena de muerte por lapidación. Sin embargo, otro principio del proceso penal hebreo establecía que después de tres días de dictada la sentencia, se repitiera la votación después de que el indiciado presentara ante los jueces del Sanedrín todas las nuevas pruebas posibles, no pudiendo cambiar el sentido de su voto aquellos jueces que hubieran votado a favor del presunto responsable.[8] Sin embargo, esto nunca ocurrió en el proceso de Jesús.
De acuerdo a la práctica jurídica de la época, un tribunal aborigen no podía decretar la pena de muerte de un individuo sin la respectiva ratificación del procurador territorial romano por medio de un exequatur. Es así como se forma una comisión de 5 miembros del Sanedrín para llevar la solicitud del exequatur de su sentencia ante el procurador romano de Judea, quien en aquella época se desempeñaba Poncio Pilatos como tal en la Fortaleza Antonina[9].
El procurador romano se entrevistó con Jesús, informándole a los miembros del Sanedrín que no había encontrado falta alguna en Él. No obstante, el Sanedrín ejerció presión política sobre el procurador romano. Poncio Pilato era un hombre con aspiraciones políticas. Judea, en donde Pilato se desempeñaba como procurador como hemos venido insistentemente reiterando, era vista por los funcionarios romanos como un lugar donde para ninguno de ellos sería de su agrado desempeñar alguna comisión. Sin embargo, Poncio Pilatos sabía que el hecho de ser procurador romano de la provincia de Judea era la plataforma para su desempeño en cargos políticos de mayor relevancia en un futuro, y para ello debía evitarle problemas a los órganos establecidos en la urbe Roma, pero sobre todo al emperador Tiberio, quien lo había nombrado. Así es como Poncio Pilato, por miedo a que hablaran mal de él los miembros del Sanedrín y se enterara Tiberio, cede ante el Sanedrín y nunca pone un alto a sus presiones.
Bajo estas clima de presiones, Pilato crea una astuta estrategia basada en la jurisdicción y competencia del territorio de Galilea, que de haber sido exitosa, hubiera cambiado rotundamente la historia de la pasión de Jesucristo, así como la decepcionante suerte que sigue el destino de Pilato, como veremos más adelante. La estrategia ideada por el procurador romano consistía en que al haber nacido Jesús en Galilea y al tratarse de un asunto que no atacaba el orden romano, Pilato plantea que la autoridad competente para conocer sobre su causa y resolver la misma era el rey Herodes Antipas, rey de aquel territorio.[10] Sin embargo, la reacción de Herodes es totalmente contraria a lo esperado por Pilato, y también adversa a él. Herodes regresa a Jesús vestido satíricamente como rey y con una corona de espinas sobre su cabeza, sin haberle encontrado falta alguna.
Pilatos, desde la Fortaleza Antonina, informa que Herodes no ha encontrado culpable a Jesús de ningún delito, no obstante, él mandará a que lo castiguen para después ser liberado. Pilato ordena a uno de sus generales que se le propinen una golpiza a Jesús, sin embargo, los verdugos que recibieron órdenes de aquel general le provocan un daño tal a Jesús por medio de lesiones que los documentos que registran estos hechos señalan que el rostro de Jesús era irreconocible. Pilatos presenta a la muchedumbre al Jesús severamente golpeado, atado y con la corona de espinas sobre su cabeza; es en este momento cuando Poncio Pilatos pronuncia la célebre frase ecce homo (“he aquí el hombre”). El procurador informa que liberará a Jesús, a lo que la muchedumbre, pagada, por cierto, por el Sanedrín, responde con la voz “¡crucificalo!”.
Conforme a la tradición romana, era una costumbre que al acercarse la Pascua, fuera liberado un delincuente de varios condenados a pena de muerte por indulto del procurador y a elección del pueblo. Pilato pregunta a la multitud que a quién deseaba salvar, si a Jesús o a un famoso delincuente hebraico de nombre Barrabás. Esa multitud pagada por el Sanedrín elige se le indulte a Barrabás. Es en este momento cuando Poncio Pilato se lava las manos, en señal de que se libera de responsabilidad por los injustísimos hechos en contra de Jesús y que él había intentado detener hasta donde no corriera un alto riesgo político su futro. La posición de Pilato es comprensible, más de ninguna manera justificable.
Sin embargo, otra razón por la que Pilato hace varios esfuerzos por salvar a Jesús es porque su esposa, Claudia Prócula se lo pide al ser seguidora de la doctrina cristiana temprana.
La sentencia romana de Jesús o el exequatur, como prefiera verse, fue en el sentido de sedición en contra de Roma, lo cual resulta de por sí absurdo, y es condenado con crucifixión.
Jesús es llevado cargando su cruz hasta el Monte Calvario. En la parte superior de Su cruz, Pilato ordena colocar un letrero en latín que decía: Iesus Nazarenus Rex Iudaeorum (Jesús de Nazareth Rey de los Judios). Los fariseos se quejan con el procurador en relación a este letrero, y es cuando Poncio Pilatos pronuncia la famosa frase Quod scripsi, scripsi (Lo escrito, escrito está).
Cuando una persona era crucificada, moría de asfixia. Los romanos conocían métodos para acelerar la muerte en la crucifixión, golpeando con un mazo de madera las piernas de la persona que se encontraba crucificada, para de esta manera eliminar la fuerza de las piernas y así hacer trabajar más el aparato respiratorio. Sin embargo, en el caso particular de Jesús no hubo necesidad de que los custodios romanos realizaran esto, pues falleció muy pronto debido a que –recordemos- estaba severamente golpeado.
Éste es -en líneas muy generales- el juicio que se le sigue a Jesucristo, el cual debemos recordar más que nunca cada Semana Santa, como el testimonio más noble de sacrificio por la humanidad.
[1] Jesús es conocido por el islam como el importante profeta Isa. El judaísmo, el cristianismo y el Islam son conocidas como “religiones del libro” o “religiones abrahámicas”.
[2] La tradición cuenta que Pompeyo Magno entró al templo de Jerusalén para comprobar que los judíos no usaban imágenes de su Dios en el lugar donde se le rendía culto, lo cual demuestra lo inconcebible del romano de poder adorar a un Dios sin representación.
[3] La palabra mesías proviene del vocablo hebreo מָשִׁיח que significa ungido, y su equivalente en griego es χριστός, que significa Cristo.
[4] Para una concisa exposición sobre estos principios del derecho procesal penal hebreo, véase Burgoa Orihuela, I., El proceso de Cristo, 8 ed., México, Porrúa, 2008, p.
[5] Gamaliel fue instructor de Saulo de Tarso, mejor conocido como San Pablo.
[6] Fue José de Arimatea hermano menor del padre de María (Mariam) madre de Jesús, Joaquín. Se convierte en tutor de Jesús después de la muerte de José, su padre. Según la tradición cristiana, era el propietario del sepulcro donde fue depositado el cuerpo de Jesús posterior a la crucifixión.
[9] Y no en el Palacio de Herodes, como afirma una larga y equívoca tradición, que es de por más ilógica.
[10] No confundir a Herodes Antipas con su padre, Herodes “el Grande”, quien es el rey que manda matar a todos los niños menores de tres años cuando se entera del nacimiento de Jesús temiendo de la profecía de El Salvador.